Desde el anterior tomo, parece que todo irá hacia arriba. Aquí se establece un maravilloso inicio de la relación entre Kazusa e Izumi que explora las dificultades del primer amor adolescente, sea ese acercarse para intimar, el buscar conversación de cualquier parte, prepararse para la primera vez (mental y físicamente, con esa divertidísima Kazusa flipando con la ropa de encaje)... Creo que Okada explora estos momentos con la delicadeza que requieren y comprende perfectamente la mente adolescente ante semejantes situaciones.

Respecto al resto de tramas, obviando la de Sonezaki por su cierta falta de desarrollo, debo reconocer que la (casi) conclusión de Hôngô me ha llegado. La viñeta que muestra su cuerpo infantil frente al formado de Yamagishi, contraponiendo la madurez de ambos, logra ser emocional y profunda a partes iguales. Por la parte de Sugawara, no sé muy bien a dónde quieren dirigirse las autoras con su arco de manipulación, pero sí parece indicar un juego con el ya manido triángulo amoroso que subvierte bien la fórmula; está claro que no se trata tanto de amor como de necesidad de validez y no puedo esperar al momento en que por fin descubra este hecho.

Como siempre en este manga, la trama de Mochin con el chaval sirve un propósito muy positivo: tratar los límites del consentimiento en una relación y explorar las fases de una agresión sexual. Si bien se queda en la superficie al virar hacia una introspección (¿probablemente homosexual?) de Mochin, me parece muy necesario para dar un buen mensaje a los jóvenes a los que este manga llegue a sus manos.

Por ahora, este manga está siendo realmente adictivo (su tono culebrón me puede) al tiempo que explora en profundidad los dramas que vienen con la adolescencia.