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A review by loslibrosdealberto
La dependienta by Sayaka Murata
hopeful
informative
inspiring
lighthearted
reflective
relaxing
medium-paced
- Plot- or character-driven? Character
- Strong character development? Yes
- Loveable characters? Yes
- Diverse cast of characters? Yes
- Flaws of characters a main focus? Yes
5.0
La dependienta, de Sayaka Murata (2016): una visión alternativa a las necesidades sociales impuestas sobre las mujeres
En esta novela, Keiko Furukura, una mujer de 36 años que trabaja en un supermercado sin contrato fijo, que no establece vínculos emocionales con sus allegados y que tampoco persigue ideales románticos, nos hace partícipes de su día a día mientras comparte su incredulidad ante la rigidez con la que viven todos aquellos que la rodean y nos explica por qué ella se niega a hacer lo mismo. Debido a su ingenuidad, no obstante, no es consciente de que es la única persona de su círculo realmente emancipada de un sistema de valores anquilosado e inicuo, ofreciendo así una crítica constante que, a pesar de ser más bien implícita, cualquier persona que lea el relato podrá identificar, convirtiendo así el libro en una novela con la que reflexionar sobre cuestiones de género.
De hecho, un momento clave es el “enfrentamiento” de la protagonista con un personaje masculino que recurre constantemente a la teoría de la evolución, el contrato social y el instinto animal para justificar su misoginia, su machismo y el acoso que ejerce sobre las mujeres. En estas páginas, la autora parece explicarnos el porqué de esta novela, por qué cuenta esta historia y por qué la cuenta así, contra qué quiere luchar y qué alternativas existen a lo establecido.
Por otro lado, tengo la impresión de que Keiko ha sido retratada como una persona en el espectro autista, no tanto por cómo actúa, sino por cómo la autora describe que el resto del mundo la percibe y que ella, ingenua, no entiende cuál es su problema o cuál es aquella enfermedad de la que siempre le dicen que tiene que «curarse». Pero también esto me ha llevado a una reflexión: ¿por qué pensar que una persona que, de nuevo, no actúa según lo establecido, sino que se deja llevar por lo que ella considera correcto o necesario, tiene que, como mínimo, vivir dentro del espectro autista? Quizá esta sea una de las reflexiones que la autora quería provocar: ¿hasta qué punto, por mucho que lo intentemos, realmente logramos naturalizar aquello que no corresponde con lo impuesto como lógico y correcto?
Sin duda alguna una lectura refrescante y cargada de lo que los angloparlantes llamarían food for thought.
En esta novela, Keiko Furukura, una mujer de 36 años que trabaja en un supermercado sin contrato fijo, que no establece vínculos emocionales con sus allegados y que tampoco persigue ideales románticos, nos hace partícipes de su día a día mientras comparte su incredulidad ante la rigidez con la que viven todos aquellos que la rodean y nos explica por qué ella se niega a hacer lo mismo. Debido a su ingenuidad, no obstante, no es consciente de que es la única persona de su círculo realmente emancipada de un sistema de valores anquilosado e inicuo, ofreciendo así una crítica constante que, a pesar de ser más bien implícita, cualquier persona que lea el relato podrá identificar, convirtiendo así el libro en una novela con la que reflexionar sobre cuestiones de género.
De hecho, un momento clave es el “enfrentamiento” de la protagonista con un personaje masculino que recurre constantemente a la teoría de la evolución, el contrato social y el instinto animal para justificar su misoginia, su machismo y el acoso que ejerce sobre las mujeres. En estas páginas, la autora parece explicarnos el porqué de esta novela, por qué cuenta esta historia y por qué la cuenta así, contra qué quiere luchar y qué alternativas existen a lo establecido.
Por otro lado, tengo la impresión de que Keiko ha sido retratada como una persona en el espectro autista, no tanto por cómo actúa, sino por cómo la autora describe que el resto del mundo la percibe y que ella, ingenua, no entiende cuál es su problema o cuál es aquella enfermedad de la que siempre le dicen que tiene que «curarse». Pero también esto me ha llevado a una reflexión: ¿por qué pensar que una persona que, de nuevo, no actúa según lo establecido, sino que se deja llevar por lo que ella considera correcto o necesario, tiene que, como mínimo, vivir dentro del espectro autista? Quizá esta sea una de las reflexiones que la autora quería provocar: ¿hasta qué punto, por mucho que lo intentemos, realmente logramos naturalizar aquello que no corresponde con lo impuesto como lógico y correcto?
Sin duda alguna una lectura refrescante y cargada de lo que los angloparlantes llamarían food for thought.