Me ha cautivado el estilo repleto de contrastes de Saramago: serio en sus conclusiones, pero jocoso en el retrato de las contradicciones humanas; disgresivo hasta el juego de palabras y la divagación, pero conciso cuando toca dar un respiro al lector; amable y benévolo con sus personajes individuales, pero feroz contra la masa impersonal.

- Silla (***): a pesar de su originalidad y de su humorismo, es un relato bastante alejado de la forma equilibrada que tiene Saramago de fabular en torno a una idea. Parece más bien un ejercicio (brillantemente resuelto, la verdad sea dicha) de expansión del tiempo narrativo propio de un taller de escritura creativa que una potencial reflexión sobre la fragilidad del poder, giro más típico del autor.
- Embargo (****): el autor nos logra sumergir en el ambiente claustrofóbico de un hombre que no consigue salir de su automóvil. La monotonía del entorno espacial en el que se desenvuelve el protagonista se desvanece a favor de un retrato de la angustia creciente que nos invita a reflexionar sobre la dependencia energética. Aún así, hay reiteraciones inevitables.
- Reflujo (*****): una de las dos piezas maestras del volumen. Vuelven las grandes obsesiones de Saramago que, en este relato, se centran en la ubicuidad de la muerte que, como la vida, siempre se abre camino por mucho que se intente su acotación. Uno de los grandes logros de este relato es el control férreo del tiempo narrativo, con frecuentes elipsis que se ven interrumpidas por contados momentos de concentración en la figura del monarca.
- Cosas (*****): la otra pieza maestra. Esta fábula sobre la cosificación de la vida humana pivota sobre la pérdida de la cotidianidad con las cosas y su presencia, una transición del Zuhandensein al Vorhandensein heideggerianos en el que el ser humano se muestra más frágil que los objetos que constituyen su núcleo rutinario. Es el Saramago de sus grandes obras.
- Centauro (***): de los relatos más flojos. El exceso del tono descriptivo de relleno arruina en parte el gran lirismo de esta historia sobre la pugna entre las partes instintiva y de racional de todo ser humano. Aún así, un gran juego entre los planos mitológico y real (quizá no sean tan distintos).
- Desquite (***): un relato minimalista de gran ambigüedad y un estilo que, quizá por ese minimalismo, no llega a aflorar más allá del retrato costumbrista.

Gran Saramago.