A ver, sé que el señor Dosto es un crack y #iconic, pero eso no implica que tenga que ser de mi gusto. En general me gusta pensar que puedo reconocer los méritos de un clásico, por mucho que me aburra o desagrade, pero para mí está clarito que este libro sigue leyéndose solo por quién es su autor y no su contenido. Porque holy shit, hace mucho tiempo que no leía algo tan MEH.

El Jugador es como una teleserie venezolana del siglo XIX, pero con una tropa de personajes odiables y al mismo tiempo tan distantes que ni siquiera me dio para odiarlos, y una serie de discusiones que son cero traducibles a los problemas actuales. A esto le sumamos que el conflicto gira en torno a la ludopatia y... No sé ustedes, pero yo nunca he apostado y no me podría interesar menos el asunto, pero no es como que sienta un rechazo a leer algo al respecto. Sin embargo, aquí tampoco encontré una historia que me hiciera sentirme más cerca del fenómeno. Puede que la gracia de esta novela sea su espectacular representación del vicio que produce el juego, pero no lo sé. Porque no apuesto. Y El Jugador tampoco hizo nada para que empalizara con aquellos que sí lo hacen.

A ver, el libro está bien escrito y me creí todo el descenso de nuestro protagonista, pero no conecté de ninguna manera con nada de lo qué pasó. Nada. Cero. Menos un millón.

Entonces tenemos un libro sobre un drama que me es irrelevante, con personajes irrelevantes y problemas aún más irrelevantes. Por muy clásico que sea, hay un mínimo de conexión que espero en una lectura, aunque sea que me haga reflexionar sobre cosas filosóficas, qué se yo. Pero aquí incluso las preguntas que planteaba o las críticas que hacía eran ABSOLUTAMENTE IRRELEVANTES.

Realmente cero aporte. Lo que ahora necesito es algo que me ayude llenar el vórtice de nada que me produjo este libro, porque esto de no tener sentimientos después de leer algo me es absolutamente inaceptable.